Primavera, verano, otoño, invierno...y primavera. Kim Ki-Duk.
Aquí, ¡Oh! Sariputta, la forma es vacío
y el vacío mismo es forma;
y el vacío mismo es forma;
el vacío no se diferencia de la forma,
la forma no se diferencia del vacío;
todo lo que es forma, es vacío;
todo lo que es vacío, es forma;
lo mismo es aplicable a los sentimientos,
a las percepciones, a los impulsos y a la consciencia.
Aquí, ¡Oh! Sariputta,
todos los dharmas se caracterizan por el vacío;
ni son producidos, ni detenidos,
ni están mancillados, ni son inmaculados,
ni son deficientes, ni completos.
Por lo tanto, ¡Oh! Sariputta,
en el vacío no hay forma,
ni sensación, ni percepción,
ni impulso, ni consciencia;
ni ojo, ni oído, ni nariz, ni lengua, ni cuerpo, ni mente;
ni formas, ni sonidos, ni olores, ni sabores, ni cosas tangibles, ni objetos de la mente,
ni elementos del órgano visual,
y así sucesivamente
hasta que llegamos
a la ausencia de todo elemento de consciencia mental.
Este es un fragmento del Sutra Prajnaparamita, el Sutra del corazón, que el viejo monje (Oh Young-Soo) obliga a tallar al monje adulto (Kim Young-Ming) para que éste pueda aplacar la ira que lo gobernaba.
Esta película, del director coreano Kim Ki-Duk, nos muestra de una manera magistral y cargada de símbolos las estaciones emocionales en nuestra naturaleza humana, que, a lo largo de nuestras vidas, configuran las distintas etapas en las que nos formamos y crecemos, en todo sentido. Todo esto es representado por la historia de dos monjes solitarios que viven en una ermita sobre el algo artificial Jusan ubicada en la provincia de Kyungsang norte, en corea.
Cargada de un mensaje antiposesivo cada etapa de la película también es poyada por la aparición oportuna de animales en la ermita.
Empecemos por el perro que coincide con la primavera. En la ideología coreana este animal simboliza la honestidad, la lealtad, pero también la ignorancia e inocencia. El niño monje (Kim Jong-So) aprende a remar y sale a recoger hierbas pero termina por distraerse atando piedrecillas al cuerpo de distintos animales sin reparar en el sufrimiento que esto les causaba. El maestro lo observa y decide enseñarle las consecuencias de su acción y su significado.
El gallo y el verano representan la juventud, su imprudencia, su audacia, inteligencia, delicadeza, y, por supuesto, su lujuria. El monje joven (Seo Jae-Kyung) va sucumbiendo ante el deseo inducido por la imagen femenina que representa la visitante enferma (Ha Yeo-Jim), y después de varios intentos infructuosos por acercarse y de mostrar su dominio con la balsa no resiste más y la lleva (aunque no necesariamente a la fuerza) al segundo escenario, al suyo. Pero a causa de su imprudencia son sorprendidos. El viejo monje decide que ya es tiempo de que ella se valla y de que él aprenda a dominar sus deseos posesivos. Pero esta vez escapa de sus manos y el monje joven va en busca de lo que desea.
…y llego el otoño, el gato, la madurez, y el momento de saber reparar los errores. El monje adulto (Kim Young-Min) regresa desesperado a la ermita (“el gran YO interior”) a pensar, a escapar…Después de intentarse suicidar empujado por la ira empieza a tallar el Sutra Prajnaparamita (como dije, el Sutra del corazón) que el maestro pinta en el suelo del patio anterior, precisamente con la cola del gato, creando así una interesante alegoría. Pero esto es tan solo para aplacar la ira y, también, le ayuda para que se perdone, pero, al parecer, siempre hay que pagar el precio de nuestros actos.
El viejo monje se siente cansado y decide que su tiempo ah acabado y, buscando cierta comunión con la naturaleza, se incinera en la balsa. Pero, ojo, esto no debe ser entendido de ninguna manera como un final necesariamente, sino, que es preciso este acto para poder formular el mensaje global de la película.
El invierno y la serpiente representan la vejez, la soledad, conciencia y sabiduría. El regreso del, ahora, nuevo monje (Kim Ki-Duk) marca el inicio de esta etapa. Aquí él busca purificar su espíritu, limpiar su karma. Y después de aprender y practicar artes marciales, de un libro viejo que encontró en un cajón del altar a Buda, sale en un viaje hacía la cima de una montaña con una roca atada a la cintura y con una escultura de Buda en los brazos. En el transcurso de este viaje se muestran escenas de los animales a los que él había atado las piedras cuando niño, pero en estas escenas nostálgicas también se da una idea esperanzadora, pues los animales que habían muerto aquí están vivos.
La aparición de una tortuga al final de la película, con la que juega el nuevo monje niño (otra vez, Kim Jong-so), representa longevidad, el seguir de la vida. Acá se muestra otra escena con la idea del error, la vergüenza y el precio de nuestros actos. Estamos hablando de la mujer del velo en el rostro. Pero aquí la atención se centra en la aparición de un nuevo monje niño, y la idea de la retorno, la idea de que siempre habrá la posibilidad de una primavera más.
Otro detalle que no puedo dejar de mencionar, es el de las puertas, porque fuera de sus apariencias tragicómicas son quizás los símbolos más claros que Kim Ki-Duk nos muestra. El mensaje del respeto a nuestras propias reglas, que, como vemos, el monje joven empieza a romper con la aparición de la visitante enferma.
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